viernes, 15 de junio de 2007

El Cachorro de Triana es Sevillista



Dando una vuelta por la red, he encontrado un pedazo de artículo que me gustaría compartir con vosotros. Se trata de un chiste contado por un gran periodista como Antonio Burgos. Muchos, entre los cuales me incluyo, lo hemos criticado por su exhacerbado beticismo. Porque el tío es bético hasta las trancas. Pero lo cortés no quita lo valiente, y más mérito tiene, si cabe, que con sentimiento verdiblanco y en la situación tan delicada en que se encuentra el equipo del dueño de Hugo, se atreva a escribir el presente artículo. Aquí lo tenéis:

Podrán cambiar Sevilla y destruir sus monumentos. La ciudad podrá extenderse hasta la Cuesta de las Doblas, o más allá. Podremos llegar a los dos millones de habitantes. Podrán levantar rascacielos siete veces más altos que la Giralda. A Sevilla podrán arrancarle a jirones la piel sensible de su esencia. Pero con lo que nunca acabarán será con la gracia de su gente. Ningún moderno podrá destruir la imaginación popular del sevillano para clavar una situación en un chiste.
Vuelvo de la barbería y me vengo riendo solo por la calle, que me habrán tomado por loco. Mi barbero, sevillano hondo, antiguo costalero del Silencio, me ha contado el último del Sevilla F.C. y el Cristo del Cachorro, y no he visto mayor capacidad de ingenio. Usted seguramente lo sabe, por lo que me permitirá y justificará que lo cuente aquí a la parroquia, como si yo estuviera con las tijeras dale que te pego al pelado de verano que te deja fresquito hasta la Virgen de los Reyes. Es una historia impresionantemente buena, quintaesenciada de sevillana, de trianera... y de sevillista.
Resulta que una tarde, tras la misa, se había quedado solo en la iglesia del Patrocinio el hermano mayor de la cofradía del Cachorro, mientras el capiller recogía algunas cosas antes de cerrar. Iba don José María Ruiz Romero a dirigirse ya a la puerta para marcharse, cuando escuchó que lo llamaban desde la oscuridad, de la parte cuyas luces había apagado ya el capiller. Era un bisbiseo poderoso, sonoro. Creyó que era algún cofrade que se había quedado rezagado, y que avisaba para que no lo dejaran encerrado. Pero no halló a nadie, tras ir hacia los últimos bancos. Volvió el hermano mayor a escuchar que lo llamaban desde lo oscuro, y le estaba entrando ya entre miedo y mosqueo, entre curiosidad y canguelo, cuando oyó que desde el altar mayor una Voz le decía:
-No, no busques por ahí, José María, que soy yo, tu Cristo, que quiere decirte una cosa.
Corrió hacia el altar y cayó arrodillado a los pies del Santísimo Cristo que en su Expiración de la tarde del Viernes Santo detiene las aguas del río al cruzar el puente. Y como en una vieja leyenda de juramentos y venganzas, como en un romance de quien en vano puso a Dios por testigo de sus maldades, fue entonces que El Cachorro le dijo a Ruiz Romero:
-Mira, José María, yo voy a decirte a ti una cosa: a mí en el paso no me vuelves tú a subir el Viernes Santo por nada del mundo, ¿eh?
-¿No le gustan a Vuestra Divina Majestad las potencias?
-Ni las potencias ni nada, José María...
-¿Es el paso entonces, mi Señor, que le gusta más el antiguo?
-No, ni el paso, ni las potencias, ni nada. Tampoco es la cuadrilla de costaleros, que me lleva divinamente, ¿cómo me va a llevar? ¿Tendrá que ser divinamente? Es que quiero de una vez llegar a la Catedral, hijo, y así es que no hay forma, ¡siempre me llueve!
Proclamándolo Creador del Cielo que llueve a cántaros de Lebrija el Viernes Santo por la tarde, el hermano mayor le dijo al Cristo:
-Señor mío Jesucristo, pero la lluvia te la mandas Tú.
-Por eso -replicó El Cachorro-, por eso. Mira, este Viernes Santo no me vas a poner en el paso, sino en el autobús del Sevilla...
-¿En el autobús del Sevilla, Dios mío de mi alma?
-Sí, y te voy a decir por qué. Mira: a mí no me pones tú más en el paso, porque desde que eres hermano mayor, al sitio más lejos que he llegado ha sido a La Magdalena. Y en cambio, mira el autobús del Sevilla, que en un año ya ha ido tres veces a la Catedral. Cuando yo hace cuatro años que no la piso. Así que a mí, de paso, nada: a mí, José María, me montas en el autobús de dos pisos del Sevilla, hijo, que ahí sí que se llega a la Catedral. ¡Pero una jartá de veces!
¿Será posible más Sevilla y más Triana, y más tierno respeto por el Cristo humanizado, en una narración popular? ¿Chiste? No, casi una leyenda más del ciclo bellísimo del Cristo de Triana. Igual que se dice que San Fernando era bético, habrá que empezar a pensar que El Cachorro es sevillista.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajajajaja. Muy gracioso el chiste. Parece mentira que el capullo ese se meta con su medioequipo.
Juanito.

Anónimo dijo...

Será que no tiene la conciencia muy tranquila,por lo que ha escrito muchas veces,y ahora quiere caer gracioso.A mí,no me cae en gracia el chiste.Llega tarde.Yá lo sabía,uhhhhhh.Pakito de Huévar.

Anónimo dijo...

Un sevillista, tiene un hijo y el médico le dice poco después del parto:
- Lo siento, pero hemos confundido las etiquetas de los recién nacidos y no sabemos cual es el suyo, así que si pudiera hacer el favor de reconocerlo.
Le muestran la habitación con los tres recién nacidos de la noche anterior, y dos de ellos son blancos y el otro es negro. El tío sin dudarlo señala a este último y dice:
- Este, éste es el mío!
- ¡Pero si es negro!
- ¡Aunque sea negro! Yo no me arriesgo a llevarme un Bético.
Saludos!!

Anónimo dijo...

¿ahora se quiere este apuntar al carro, con lo que ha escupido por esa boca?
se creerá muy gracioso pero lo que es un sinverguenza
VIVA EL SEVILLA F C
VIVA EL MEJOR EQUIPO DEL MUNDO

Anónimo dijo...

El Cachorro es bético igual que toda Triana, USURPADORES!!!!